martes, 7 de octubre de 2014

“DARWINISMO” REVOLUCIONARIO

Es necesario, aparte de la praxis dialéctica, un “darwinismo” revolucionario de las formas de acción de los procesos (revolucionarios) de cambio, una selección natural (no manejada por camarillas de “poder”, presentes incluso donde ni siquiera hay poder, pero dotadas de capacidad conspiratoria) de las más eficientes, juzgadas por datos verídicos y criterios ecuánimes y bien afilados.

LA BANDA DE DELINCUENTES QUE “RECAUDA” EL MAYOR BOTIN EN ESTADOS UNIDOS

Está constituida no por asaltantes de bancos ni de gasolineras, sino por honorables y prósperos empresarios, que no se limitan a llevar a cabo una gran cruzada contra los derechos y las condiciones de trabajo de los empleados peor pagados (muchas veces por debajo del salario mínimo legal), sino que les sustraen de la paga pactada un promedio de aproximadamente un 13%. Multiplicada por varios millones de trabajadores, esta sustracción, que al cabo del año supone más de 2.000 dólares por cada uno, significa una cifra muy superior a la que consiguen todos los asaltantes de bancos y de gasolineras del país y todos los robos en tiendas y almacenes [1].

    Una institución cuyo nombre parecería indicar seriedad y respetabilidad, la Cámara de Comercio de Estados Unidos, está al frente de un nutrido número de grandes empresas formando una apretada piña de intereses que se jacta de haber conseguido una gran victoria en su lucha contra las organizaciones sindicales (intensas y extensas campañas para desacreditar a los sindicatos, iniciativas legislativas, aprobadas en el Congreso y en los parlamentos de los distintos estados de la Unión dominados por mayorías conservadoras, para dificultar la labor sindical y la misma existencia de los sindicatos de trabajadores).

    En el caso de los trabajadores más empobrecidos –en su gran mayoría mujeres e inmigrantes– éstos ni siquiera están sindicados, porque las leyes vigentes y las intimidaciones de los patronos lo impiden, y por lo tanto ni siquiera pueden negociar colectivamente sus salarios y condiciones de trabajo. Pese a lo cual ha habido un resurgimiento organizativo de estos asalariados, que han fundado “centros de trabajadores” y otras estructuras de base que han conseguido éxitos considerables, sobre todo dejándose oír por la opinión pública y en algunas asambleas legislativas.

    Los grandes intereses no han tardado en contraatacar. La artillería pesada del Capital refuerza el lanzamiento de sus andanadas anti-obreras, y describe a estas nuevas infraestructuras, fruto del ingenio y el esfuerzo personal de las trabajadoras y los trabajadores, como un nuevo y peligrosísimo monstruo dispuesto a robarle el bienestar a “los verdaderos norteamericanos” (a las clases pudientes y propietarias). Cuando lo cierto es que los beneficios de los últimos años de relativa recuperación han sido absorbidos, en un 95%, por el 1% de los mayores perceptores de renta, mientras los niveles de desigualdad retrotraen al país a las primeras décadas del siglo XX, cuando campaban por sus respetos los “robberbarons” [barones bandidos] que prepararon la gran crisis de 1929. Estos delincuentes del capitalismo no han desaparecido; tan solo han cambiado de disfraz.

    Cuando se leen algunos titulares y algunas pancartas de manifestantes relacionados con esta práctica delincuente, convertida hoy en forma habitual de funcionamiento de tantos empresarios, se piensa primeramente que tendrán un sentido figurado y que aluden a los salarios forzados a la baja por la “crisis” financiero-económica que el capital especulativo hace recorrer el mundo como un vendaval devastador. La lectura de los textos correspondientes demuestra sin embargo que no es así, que el robo de salarios es literalmente una práctica generalizada del mundo de los negocios norteamericano. Realmente se ha convertido en una nueva industria del capitalismo desembridado: “the way they do business”, según Sally Dworak-Fisher, principal abogada de la división de Justicia en el puesto de trabajo, del Public Justice Center de Baltimore [2].

    “El fenómeno del robo de salarios es especialmente cínico dada la cantidad de dinero que los trabajadores perceptores de salarios bajos produce ya para sus empleadores. Por ejemplo, McDonald’s [que emplea 440.000 trabajadores en todo el mundo] obtiene unos ingresos de 65.000 dólares anuales por cada trabajador, según un informe del blog ‘24/7 Wall Street’, desdeñosamente titulado ‘Las empresas con los empleados menos valiosos’,” comenta la ya citada M. Strauss en su trabajo “Dinero oscuro, Guerra sucia. La Cruzada corporativa contra los trabajadores que perciben salarios mínimos”, publicado por The Public Eye.

    Los empresarios ladrones no solo reducen el salario a sus trabajadores acortando en sus contratos la jornada laboral, al tiempo que luego les exigen empezar antes de su hora, salir más tarde sin pagarles ese tiempo de más, recortar o suprimir el tiempo para comer y negarse a abonarles el salario cuando están de baja por enfermedad, sino que llevan a cabo una furiosa y creciente campaña contra ellos, a base de anuncios pagados en la prensa, panfletos y otras publicaciones, presiones de sus lobbies en las legislaturas de los estados y ante el Congreso y el Senado. Estas campañas están plagadas de mentiras sacadas de informes que pretenden ser académicos pero no lo son. Cada nuevo informe recoge las insidias y distorsiones difundidas por los anteriores y añade otras nuevas. Se acumula así, ante la opinión y los poderes públicos un inmenso basurero verbal que arroja su inmundicia sobre el buen nombre y la dignidad de los más explotados y, en el caso de los trabajadores inmigrantes en situación irregular, se vierten asimismo amenazas de denuncias para su deportación. Otra táctica consiste en presentar demandas contra las nuevas organizaciones de trabajadores que hagan gastar a éstas tiempo y dinero para defenderse e impedir que utilicen sus escasos recursos, entre ellos el tiempo, en la lucha por mejorar su condición.

    Esta actitud de la patronal norteamericana no difiere esencialmente de la imperante en otros países, por ejemplo en España. También aquí sufrimos las reducciones salariales, la precariedad en el empleo, el aumento del trabajo no pagado. Y tampoco faltan las campañas de difamación de los trabajadores, los ataques a los sindicatos a pesar de su docilidad, la criminalización de las protestas, los intentos de “regular” el derecho de huelga y la libre expresión. Únicamente no tienen los de aquí la capacidad ofensiva, ni la cultura y eficacia difamatoria de los norteamericanos. Pero todo se andará, y como la economía norteamericana es el espejo en que se mira la nuestra, y el poder económico y el subpoder político tienen su inspiración al otro lado del Atlántico, conviene que estemos avisados e intentemos prever el acrecentamiento de la desigual lucha de clases unilateral que libran los amos del capital contra una clase trabajadora, agredida desde todos los frentes, que no lucha ya más que por su supervivencia individual y que, en el actual momento histórico, carece de orientación y de fuerza ofensiva para cambiar este desdichado estado de cosas.


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[1] Gordon Lafer, economista político del Centro de Educación e Investigación Laboral de la Universidad de Oregon, cit. por Mariya Strauss, editora invitada de The Public Eye, en Dark Money, DirtyWork: The Corporate Crusade Against Low-Wage Workers. Political Research Associates. Consultado el 15/9/2014 en la web de esta entidad (PRA).
[2] Cit. por Mariya Strauss, ib.